Las bellas trenzas de Madame Lynch - Cultural - ABC Color

Tal es el caso de esta anécdota de Madame Lynch, la consorte de Francisco Solano López. De ahí que el joven referido hubiera pensado en Madama Lynch para gestión de tanta entidad. Después de una media hora de amena charla, despidióse el joven de Madama Lynch, con la promesa de esta de que hablaría la misma noche al dictador. Vio a la Madama Lynch íntima, pero una Madama Lynch sin afeites, sin compostura, en una semi déshabillé grotesca y, lo que era más grave todavía, sin aquella opulenta cabellera blonda de hilos de oro que tanto la embellecía. la misma Madama Lynch del día antes, bella, elegante, luciendo un tocado aristocrático que daba gran realce a su melena de oro sedosa y perfumada. Cuando Madama Lynch acabó de hablar, le contestó, afectando extrañeza por lo que escuchaba: –No comprendo lo que la señora quiere significar... No se engañó, pues, Madama Lynch al alabar la discreción y el talento del joven poseedor del secreto de su admirable caballera rubia. Primero, porque Madame Lynch era una persona vanidosa que cuidaba su presentación física con una especie de disciplina militar. Es la imagen que nos ofrecen sus biógrafos Michael Lillis y Ronan Fanning en The Lives of Eliza Lynch, Scandal and Courage (2009); Segundo, porque en ese tiempo, al llegar a una casa de cierto rango, siempre aparecía un criado para decir «La señora esta visible» o «La señora no está visible», y no se dejaba entrar sin más al visitante, como ocurre en la anécdota. Tercero, porque se sabe que Madame Lynch trajo de París a su peluquero, que aparece en la novela El peluquero francés (2012), de nuestro amigo Guido Rodríguez Alcalá. Y, finalmente, en cuarto lugar, por algo de mi propia experiencia que merece ser mencionado respecto al cabello de Madame Lynch. Lo abrí y encontré un anuncio de París de 1886 sobre la muerte de Madame Lynch, con un pequeño mechón de su cabello, todavía rubio (rubio oscuro, o castaño), a los cincuenta y dos años. ...[Leer más]