La Nación / Todos somos estatistas: el fruto de una mentira noble

Que la mentira –la oficial– posee cierta nobleza, cierta distinción, honestidad, un pedigrí de bien nacida. Es lo que Platón sugiere, de manera sorpresiva, en el libro tercero de la “Republica”: Se necesita una gran y única mentira, y que la misma sea creída por todos –la comunidad– para gobernar bien. Mentira como mito, creencia, idea que inspire identidad, forma de ser, a un pueblo. Hay matices históricos de mentira, es cierto, Francia no sería lo mismo que los López o, estos, similares a algunos liberales, pero, el mito permanece. Y digo niñera, no como algo despectivo –valoro la labor de mujeres, explotadas, muchas veces, en suplir a los verdaderos responsables de los hijos–, sino a la pretensión del plan, de dejar de lado a padres o madres.Ahí, este plan refuerza la mentira: el Estado es el único soberano capaz de educar. Pero, ¿es esta solo una mentira nacional? No solo no existe neutralidad en ellos, sino que –como en este plan– invocado de manera impersonal su “marco de referencia” cargado de una, exclusiva, connotación ideológica.LA RESISTENCIA DE LOS “HEREJES”La nobleza de la mentira es clara: se pretende que el Estado “eduque”, sutilmente, cuando los adoctrina a un “modelo de ciudadano”, especifico, que se desea. Aquí cabe una pregunta: ¿no hemos sido, acaso, generados, todos, en esa noble mentira estatista que ahora se vuelve como un búmeran cultural contra todos? ...[Leer más]