Akira Kurosawa: ¡Los oprimidos se levantan! - Cultural - ABC Color

A Ruth Calvo Portela Una de las grandes lecciones de Kurosawa fue enseñarnos a leer, con películas como Trono de sangre (1957), basada en Macbeth, de Shakespeare. Kurosawa se aficionó a la pintura gracias a uno de sus profesores, pero reprobó el examen de ingreso a la escuela de Bellas Artes y no insistió porque los materiales eran caros y su familia no podía apoyarlo. Después, Kurosawa se preguntará: «Si mi hermano no se hubiera suicidado, ¿habría optado yo por entrar en el mundo del cine, como fue el caso?» (1). La relación de Mifune y Kurosawa podría ser comparada con la de John Wayne y John Ford. Mifune actuó en 16 películas de Kurosawa, y rompió sus relaciones laborales y amicales con Kurosawa después del rodaje de Barbarroja (1965). Cuando Kurosawa bordeaba los 71 años, decidió escribir su autobiografía, animado por su admiración por Jean Renoir, quien también había escrito la suya. Kurosawa nos muestra el dilema de una familia, su herida por llevar a su padre a juicio, y a la vez el trauma de toda una colectividad. Guerra, pobreza y locura son las palabras que podrían definir las películas de Kurosawa. En 1960, el remake de John Sturges, Los siete magníficos, extendería la influencia de Kurosawa fuera de Japón, al mundo occidental. Una película de Kurosawa inspiró La guerra de las galaxias de Lucas, ferviente admirador del maestro, al que descubrió cuando ingresó a la universidad. Kurosawa estuvo al lado de los vencidos, conoció la derrota y a partir de ahí, en esa afirmación, consciente de la clase a la que pertenecía, elaboró su obra, una de las más brillantes del siglo XX. A través de su cine, Kurosawa propone un sujeto revolucionario que intenta sobrevivir en un mundo adverso, algo más vigente que nunca. Kurosawa: La fortaleza escondida (película, 1958). Vizcaíno: Akira Kurosawa, Bubok Publishing, 2011. ...[Leer más]