Los nazis en París: el tour de Hitler, su actitud frente a la tumba de Napoleón y la orden de destruir la ciudad

La admiración de Hitler por París era conocida. Europa sucumbía bajo sus pies. Ante la entrada alemana, el corresponsal de guerra norteamericano Elliot Paul escribió: “Era el final de un mundo en el que París había tenido la supremacía, en el que Francia estaba viva, en el que había un hálito de libertad. (World War II) Las estatuas del escultor Arno Brecker eran gigantes, marciales, heroísmo tallado y exuberante. Era el preferido de Hitler desde que había visto esos atletas musculosos que hacía. Los nazis y los fascistas sentían debilidad por lo grandilocuente. en un ramalazo repasó todo lo que había dicho y hecho en las últimas semanas para intentar encontrar cuál había sido el motivo del enojo de su jefe. Era el cuartel general de campaña nazi en Bruly-de-Pesche. Le informaron que viajaría a la última conquista de Hitler. Mientras plegaba los planos después de una reunión con Hitler, éste le dijo: “En unos días nos vamos a París con Giessler y Brecker”. Speer no preguntó demasiado ni presentó objeciones. Había invadido y había vencido. Hitler forzó la simetría para hacer más evidente la devolución de favores, para subrayar que la situación se había dado vuelta. Adolf Hitler en el aeródromo de Le Bourget en Paris (The Grosby Group) A las 6 de la mañana ingresaron a la Ópera de París. Hitler les contó a sus acompañantes lo que ya sabían: que ese lugar había sido erigido como un templo seglar, para homenajear a Napoleón y luego se transformó en uno religioso. Lo había ideado Hitler, Speer lo estaba diseñando y Brecker cincelaría los bajorrelieves. Artist: Unknown (The Grosby Group) Ya en Les Invalides, Hitler y el resto de la comitiva quedaron abrumados por el silencio y el clima del lugar. La recorrida siguió por el Panteón y después por Montparnasse. Recién eran poco más de las 7 de la mañana y el turista Hitler ya había recorrido varios de los lugares más representativos de París. En el itinerario inicial estaba planeada una parada para que el artista le mostrara a Hitler su antiguo espacio de trabajo. Cuando la terminemos será mucho más grande y hermosa" (The Grosby Group) Albert Speer contó en sus memorias que unos días después de la visita relámpago Hitler lo llamó a su despacho. Ernst Jünger, soldado alemán destinado a París, escribió en sus diarios, publicados como Radiaciones, un año después de la visita de Hitler: “París sigue siendo, en un sentido casi más importante que antes, una capital, símbolo y baluarte de unas excelsas formas de vida heredadas de antiguo, y también de ideas vinculantes, cosas todas ellas de las que ahora andan escasas las naciones”. (Berliner Verlag/Archiv/The Grosby Group) Cuatro años después, ese supuesto amor de Hitler por París mutó en furia destructiva, en una intención arrasadora. Según él su visión del Führer había cambiado unas semanas antes cuando ante un encuentro personal percibió que había perdido la razón. ...[Leer más]