La parábola sobre “el juicio final”

La escenografía de carácter apocalíptico (Mt 25,31-33.46) presenta al Hijo del hombre en su gloriosa venida, sentado en su trono y acompañados de ángeles ante quien se reúnen todos los pueblos de la tierra. El Hijo del hombre explica el motivo de la bienaventuranza: “He tenido hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado de beber...” (vv. Se enumeran seis situaciones de necesidad y de límites en los que el Hijo del Hombre se ha encontrado y en los que los “benditos” han venido a socorrerlo. Estas necesidades se refieren a tres ámbitos de la experiencia humana: la alimentación (hambre y sed), la inserción social (patria y vestido), la libertad (enfermedad y cautividad).El hambre y la sed expresan la imprescindible necesidad de comer y beber, el deseo de una satisfacción de la que depende la vida misma del hombre que sin alimento y bebida está condenado en el lapso de breve tiempo a la muerte. El Hijo del hombre califica de “malditos” a estos nuevos interlocutores representados por la figura de “las cabras”. A los malditos, que como los justos plantean la objeción de no haber nunca socorrido a Jesús, el Hijo del hombre, les revela que ellos nunca han ayudado a los pobres y a los marginados con los que Jesús se identificaba.El relato se cierra con el anuncio de dos destinos opuestos: la “condena eterna” y la “vida eterna” (v. Esta identificación, aspecto intrínseco en la relación de fraternidad, es tan fuerte que no se encuentra en ningún otro texto evangélico ni mucho menos en la tradición bíblica.El fundamento primero de la fraternidad con los más pobres está en el hecho que también él (el Hijo del hombre) experimentó el rechazo y el dolor que culminaron en su pasión y en su muerte. ...[Leer más]