El emperador no tiene traje, ni tampoco hamburguesas - Cultural - ABC Color

Parecía que, tanto en la ciudad como en el campo, ciertos miembros de la élite paraguaya, en papel de anfitriones, servían a sus invitados cantidades muy moderadas de comida. ¿Era solo una coincidencia, o simples ejemplos de jopy (usando la palabra mencionada por mi amigo Aldo Jones)? No, respondió la hermana del ministro, y me contó algo sorprendente: ella conocía casos de empleados domésticos que habían dejado de trabajar en casas de la élite tradicional porque no les daban suficiente comida. Los paraguayos eran nominalmente católicos, pero, en su mayoría, analfabetos y, por lo tanto, sus ideas de la fe (y de la mayoría de las cosas) no reflejaban tanto el Evangelio como una tradición que dejaba algo de espacio no solo para San Miguel sino para el Pombero, el Luisón y Añá. Un terrateniente podría poseer diez leguas cuadradas, pero ¿cómo probar que las merecía más que alguien que solo poseía una? Un estanciero podría tener mil cabezas de ganado, pero ¿eso lo hacía superior al que solo tenía cien? Los lectores recordarán que, en ese cuento, los sastres estafadores logran convencer tanto al emperador como a sus súbditos de que solo los virtuosos podían ver la fina costura del nuevo traje del monarca. Y, por supuesto, el Emperador no llevaba traje alguno y solo un niño reconoció su desnudez como lo que era. Solo en un mundo donde el terrateniente de Mbuyapey necesita demostrar su superioridad respecto del farmacéutico de Ybycuí mediante el gesto de no alimentar adecuadamente a sus invitados tiene sentido esta costumbre. Y sí, estoy argumentando que se mantienen hasta hoy muchos ecos o herencias culturales de este comportamiento, y no solo en lo que se refiere a la cantidad de alimentos consumidos. se remontan solo a una sola generación atrás, y muchos de sus padres nacieron en otros países. Solo una cosa es segura: yo no puedo esperar muchas hamburguesas gratis ni de los unos ni de los otros. ...[Leer más]