HOY / Un vuelo equivocado (parte II)

Nacionales Hace 9 minutos Un vuelo equivocado (parte II) Dos meses después del cruel crimen de Fermina y su hija Liz, de tres años, la Policía hizo a un lado los rumores vecinales y empleó un método que les abrió camino para ubicar al asesino. Muchos creían que Aníbal se ocultó en las cavernas de la ciudad, al pie de los cerros que rodeaban el pueblo. Pero nada, ni el rastrillaje intenso de la policía, ni el acompañamiento de los vecinos con perros, los agentes de otras ciudades que se sumaron para el apoyo, nada daba resultados. Micher Aquino y José Delgado eran dos agentes de mucha experiencia en la división de homicidios de la capital. Tenían la esperanza que Aníbal cometería un error. A través de los cristales de aumento vio como Aníbal alimentaba al ganado. Micher dio las últimas indicaciones y José tomó otro camino para rodear el casco de la estancia. Aníbal se percató de ello y en un principio dudada sobre quienes podrían ser. Lo miró a Aníbal y saludó. -Buenas, vos sos Aníbal Ortega, ¿verdad? (¿vos quién sos?) -Soy el subcomisario Micher Aquino, del departamento de Homicidios de Asunción. Vas a acompañarnos Aníbal… Micher le exhibió su placa mientras le explicaba su presencia. Aníbal no lo miraba a los ojos, y pareciera que el tiempo se detuvo para él, no movió un solo músculo después de escuchar al policía. Pero no fue más de diez metros lo que logró distanciarse, y uno de los hombres de Micher se abalanzó sobre él y lo tumbó, comenzaron a dar vueltas, varias hasta que logró zafarse. José Delgado llegó por la parte posterior de la propiedad, y logró poner un cordón humano a su paso, otra vez cortó la huida y esta vez Aníbal se puso más violento. Aníbal estaba encerrado en la única celda de la comisaría local. Micher y José recibieron la información. Micher y José debían acercar más elementos al fiscal que investigaba el crimen. Ambos agentes estaban seguros que los indicios que tenían, hasta el momento, apuntaban solo a Aníbal pero era necesario un elemento forense. Micher tomó la hoja y el detalle médico decía que la herida en el cuello de Fermina tenía una extensión de doce centímetros, lo que provocó la perforación de la vena carótida. Micher al igual que José quedaron tan conmovidos por los detalles que no encontraban comparación con otro caso, no había explicación para un crimen como este. Ponerlo a Aníbal de frente a un tribunal. Aníbal llevó sus dos manos, esposadas, acomodó el micrófono y carraspeó. ...[Leer más]