85º Aniversario del Tratado Secreto de la Paz del Chaco - ABC Revista - ABC Color

Fue el último despliegue de diplomacia profesional del Paraguay en esa década. Además, exigía un puerto soberano sobre el río Paraguay y ofrecía hasta la suma de £ 200.000, a cambio del puerto de Bahía Negra, al que llamaban Puerto Pacheco. Lea más: La posición maximalista de Paraguay, personificada por el delegado presidente, Jerónimo Zubizarreta, era mantener soberanía de todo el territorio obtenido en la guerra, conocido como la línea de hitos, y jamás permitir el acceso soberano de Bolivia al río Paraguay. Esas instrucciones las había recibido Zubizarreta por escrito. El presidente Félix Paiva ni gobernaba ni reinaba, el canciller Cecilio Báez era ninguneado por Zubizarreta, y los comandantes militares, con poder fáctico, se hicieron los desentendidos, parapetados en la seguridad ofrecida por la rigidez de las instrucciones de Zubizarreta. El esquema diseñado por Braden contemplaba la concesión por Paraguay de unos 1.500 km2 detrás de la línea de hitos. Bolivia no tendría puerto alguno sobre el río Paraguay. Braden y el Departamento de Estado concluyeron que, si Zubizarreta era el obstáculo, debía ser removido quirúrgicamente. Paiva ya había sido persuadido, sin informar a Zubizarreta ni a los comandantes de Campo Grande. En acuerdo con la Administración Roosevelt, debía irrumpir en las negociaciones bonaerenses, de paso para Asunción, deshacerse de Zubizarreta, asumir control y concluir el tratado. Estigarribia llegó el 2 de julio y anunció que aceptaba los términos rechazados por Zubizarreta. Cardozo hizo lo mismo simultáneamente, según telegrama de Braden, de ese mismo día: “El delegado paraguayo Cardozo nos ha informado de que está autorizado por el presidente de su país y los militares del gabinete, a aceptar el plan del arbitraje y el plebiscito”. Nada de esto conmovió a Zubizarreta y tras ásperas discusiones con Estigarribia y Cardozo, telegrafió su renuncia a Paiva, el 6 de julio, afirmando que: “El doctor Cardozo presentó verbalmente sin mi intervención y contra mi parecer a delegados neutrales un plan de arreglo del pleito con Bolivia… La situación que se ha creado me inhabilita para seguir desempeñando la misión en que participo”. Paredes, ordenó al jefe de Policía, teniente coronel Arturo Bray, a abordar un vuelo especial a Buenos Aires, con la misión de manifestar al doctor Zubizarreta que las Fuerzas Armadas le ratificaban su confianza, instándole a retirar su renuncia; si el doctor Zubizarreta la condicionaba a la separación de Cardozo como miembro de la delegación, el Gobierno accedería de inmediato a esa exigencia. Arbitraje preordenado Permanecía el trepidante temor de los mediadores de que uno de los beligerantes revelara que el verdadero tratado ya había sido firmado en la madrugada del 9 de julio, con dos textos: uno ostensible, a ser publicitado, y el otro que no solo debía permanecer secreto, sino que los tres originales firmados debían ser destruidos como rastros del engaño. Para ello, Bolivia ya había renunciado a su puerto sobre el río Paraguay. El acta de la sesión también anotó que, “el embajador Braden dijo que su Gobierno tiene una política firme de nunca firmar tratado alguno que tenga alguna sección secreta, y como los Estados Unidos tienen la intención de firmar este tratado, el mismo no puede tener cláusulas secretas”. Una sólida síntesis de esas bizantinas negociaciones la dio el veterano boliviano Roberto Querejazu Calvo, décadas más tarde: “Mediante el tratado, se simuló someter al arbitraje de los presidentes de la Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, Perú y Uruguay, como a árbitros de equidad, una faja de 41.500 kilómetros cuadrados, extendida desde el río Pilcomayo hasta el río Paraguay, a la altura que ocupaban los ejércitos al terminar la guerra”. ...[Leer más]